Tras terminar la Transgrancanaria 2019 me quedé con sabor agridulce por no poder haberla corrido en condiciones. Un virus de estómago, un esguince de tobillo, un accidente de coche y placas en la garganta la semana antes de la carrera hicieron que mi plan de entrenamiento no fuese lo suficientemente continuista como afrontar 66 kms con garantías. Por tanto, después de hablar con Abel Redondo (Runhabitat), nos pusimos a entrenar como debe ser desde septiembre para quitarme esa espinita de encima.
La noche anterior dejo todo preparado, así apuro hasta el último minuto el tiempo en la cama antes de despertarme. Son momentos que me saben. En mi cabeza ya visualizó más o menos cómo será la carrera, nunca apunto nada en un papel y tiro mucho de memoria y sensaciones. Solo dos dudas antes de irme al catre: 1) debido a unas molestias en el bíceps femoral de la pierna derecha me debatía si llevar o no malla de compresión (que si usé en carrera). 2) cómo me irían las nuevas Arc´teryx Norvan LD2. La versión anterior de este modelo me fue de lujo (más de 1.000 kms de uso) pero estas Norvan LD2 son más estrechas y tallan mas grandes que sus antecesoras; y con apenas 50 kms. de uso me presenté con ellas en la salida.
El sábado 7 de marzo a las 8:15 de la mañana ya estábamos en Artenara para empezar mi desafío personal: bajar de 9 horas. Me gusta llegar una hora antes para saludar a amigos y clientes, conocer sus impresiones, algún chiste malo y tal. Ha sido de las carreras en las que menos he calentado. Suelo dedicar unos 10-15 minutos para poner la musculatura a tono pero, en esta ocasión, me dije: «bueno, tienes un primer kilómetro tranquilo y luego una subida de casi 5 kms. hasta Los Moriscos. Vete al golpito». Caliento articulaciones, unas cuantas sentadillas, algunos ejercicios de equilibrio y poco más. Y así salimos, al tran tran, sin forzar demasiado e intentando evitar tapones en cuanto el sendero se estrechó. El ir bordeando esa parte de la Caldera de Tejeda hace que el camino sea más llevadero. En poca más de hora y media llagaba al avituallamiento de Tejeda (km 12,8). Junto a un grupo de corredores extranjeros fuimos capaces de coger un buen ritmo sin forzar demasiado.
Cargado como una mula, ya que nadie me hacía avituallamiento externo (en serio, el chaleco podía pesar como 4 kilos) llego a Tejeda. Allí coincido con Samuel y Abel, entrenadores de Runhabitat, y les pido el favor de darles una bolsa con algunos geles y sandwich para que me entreguen en Ayagaures. En los avituallamientos suelo ser bastante «pachorrúo»: que si lleno los soft flask (fui con 3 de 500 ml, dejando uno vacío en el chaleco para la zona sur de la carrera), que si como algo de fruta, que si unos frutos secos,…
Sobre la marcha acometemos la subida hacia el Roque Nublo por La Culata. Se me suele hacer bastante tedioso ese sendero, me parece monótono, no sé si por la cantidad de veces que he pasado por ahí. Pero cuando me di cuenta ya estaba dando la vuelta al Nublo junto a dos corredores finlandeses y una corredera suiza. Desde La Culata habíamos cogido un ritmo de crucero que casi mantendríamos durante los siguientes 50 kms. Donde se podía correr, corríamos. Cuando el camino se empinaba, se tiraba de bastones.
Ya en el Tablón del Nublo me cruzo con dos compañeros de equipo, Jorge Acenk y Néstor Domínguez (Teror Trail), que estaban haciendo la distancia de 128 kms. Sobre la marcha me puse un reto: intentar darles caza ya que ellos ya habían pasado por el control del Roque Nublo y se dirigían hacia el avituallamiento de El Garañón. Pasado el aparcamiento del Nublo me uno a ellos, les doy ánimo pero me doy cuenta que, obviamente, mi ritmo era mas rápido. Normal cuando ellos llevaban 84 kms en las piernas.
Dejo a mis colegas atrás y tiro directo hacia El Garañón (km 23,8). Haciendo memoria, me percato de que llego casi una hora antes que el año pasado, con mejores sensaciones y con la idea de tirar a bloque hasta la meta. Nada más entrar al avituallamiento le doy ánimos al amigo Juan Carlos que optó por la retirada al encontrarse bastante mal. Lleno dos soft flask con agua y el tercero con Hydrixir de Overstims, como unos sandwich de tortillas de trigo con membrillo, pastilla de sales y salimos a trote hacia la subida al Pico Campanario. Voy a ritmo sostenido, sin acelerar mucho para hacer bien la digestión de todo lo que había comido.
Una vez llegado casi al techo de Gran Canaria, me veo con piernas para ir aumentando el ritmo durante la bajada. Hago una bajada limpia de todo el Paso de La Plata, adelantando a no menos de 25 corredores y con la decidida intención de meter un puntito más desde Cruz Grande hasta el avituallamiento de Morro de Hierbahuerto. Son unos 8 kms de continuos toboganes, terreno en el que me encuentro muy a gusto y me da la oportunidad de seguir escalando posiciones. Me encuentro con el amigo Alberto Matos, que hace la modalidad Classic. Va con un pequeño golpe de calor y decido acompañarlo durante un buen rato por si le paso algo. Bebo agua con regularidad, tanta que me bebí en apenas dos horas el litro y medio que llevaba; el viento daba de cara y secaba la boca en poco tiempo.
Llegado a Morro de Hierbahuerto (km 39,4) vuelve el Efrén pachorra. Me siento, como un sandwich de guayaba, me tomo 250 ml de recuperador; estoy como un marqués con las piernas estiradas. Tanto tiempo parado hace que me adelanten cantidad de corredores pero yo, ni caso, ahora empiezan las bajadas divertidas en las que yendo rápido y seguro los dejaré atrás.
En el estrecho y sinuoso sendero que sigue al Morro de Hierbahuerto voy cogiendo confianza y ritmo hasta llegar a la carretera de tierra que sube casi a la cabecera del barranco de Los Palmitos. Me vienen recuerdos del año pasado cuando el calor hacia que me diera la sensación de que en cualquier momento me iba a desmayar. En menos de una hora voy terminando la bajada hacia Ayagaures; bajada complicada, con mucha piedra, lajas, revirada y en la que se forma un pequeño tapón. Mejor así, más vale no arriesgar para darlo todo en el maravilloso barranco de Los Vicentillos.
Antes de llegar a Ayagaures (km 49) alcanzo al amigo Ayoze Gil. Me dice que va petado y le respondo que tire hacia adelante. Tenemos el avituallamiento a poco mas de un kilómetro y ahí podrá descansar un poco, comer y beber. Tiene 15 kms. para pensar cómo quiere entrar en meta con su hija, así el camino se le hará más llevadero.
Abel me entrega la bolsa que le dejé en Tejeda, entro al avituallamiento, recargo de nuevo los tres soft flask y entro en modo pánico al no encontrar el sandwich de crema de cacahuetes y el de nutella. ¡Horror! ¿Los perdí por el camino? Siempre dejo para el final los bocados que más me gusta a modo de premio. Es ese buchito de cerveza fría que baja por la garganta en un día caluroso. Al día siguiente, limpiando el chaleco, me los encuentro hechos una bola en el fondo un bolsillo; en fin…
Me sigo viendo con piernas, saco los bastones y pego a subir los tres kilómetros de la pista de tierra de Los Vicentillos como un tiro. Voy ágil, con una cadencia de bastoneo muy fluida. Rápidamente acometo la bajada hacia el cauce de Los Vicentillos y decido tirar a bloque hasta meta. Si en ese barranco caminas se hace larguísimo. Su monotonía, un paisaje muy parecido hace que pienses que no avanzas. Continúo adelantando a corredores pero junto mí se une una corredora británica que cada vez que llegaba a una zona de callaos no paraba de gritar: «¡Oh no! ¿More stones? ¡Nooooo!»
En menos de una hora me veo ya en la pista de tierra en la que termina el barranco de Los Vincentillos. Ahí me vengo arriba. Sigo corriendo sin parar y en el avituallamiento de Parque Sur (km 63) ni paro. Ni el cauce del Barranco de Maspalomas detiene mi ritmo y, a lo lejos, diviso la charca. Turistas y corredores de otras modalidades me animan. Apenas me queda un kilómetro y, al llegar a la playa, ¡oh Dios, hay que ir por la arena! Menos mal que estaba algo húmeda y se podía correr más o menos bien por ella.
Llego a la recta de meta y ahí estaban mis familiares y algunos amigos esperándome. Pongo sobre mis hombros a mi hija Matilde y entro en meta con tranquilidad. Saboreando el momento. Abrazo y entrevista con Depa. Abrazo y entrevista con Eoin Flynn.
Finalmente un tiempo de 9:39:51 y posición 121 de la general. No conseguí mi objetivo de bajar de 9 horas. Quizá demasiado tiempo en los avituallamientos o vete a saber por qué no bajé del tiempo que me propuse. Pero me da igual, casi hora y cuarto más rápido que en 2019. El gustazo me lo di entrando entero con mi hija a meta. Quién sabe si para 2021 me atrevo con la Transgrancanaria Classic. Ahí lo dejo.