Crónica Transgrancanaria
Por Vicente García Acosta
«Esto del Trail engancha».
Y llegó el gran día, mi primera maratón de montaña, la Transgrancanaria de 42 km. Estoy a las 07:00 a.m. en Expomeloneras, con fresquito y algo de nervios, confiando que lo entrenado me sirva para aguantar. Camino a la cumbre me asombro de la habilidad del chófer por llevar esa guagua por carreteras imposibles, mientras me distraigo viendo como los primeros rayos iluminan la subida a La Manzanilla, que la saludo con respeto. Veo a los corredores de la Starter en Tunte calentando en el campo de fútbol al solito mañanero, y les envidio porque lo que veo mirando a la cumbre son nubes agarradas al risco esperándome, sin intención de moverse. Y llegamos a Garañón.
Se abre la puerta de la guagua y entra un aire polar que hace que todo el abrigo sea inútil. Mucha ropa técnica, mucho manguito, guantes, etc., pero lo que se echa de menos es una buena manta de lana para aguantar los 2°C al raso.
Al fin dan la salida con media hora de retraso, paso cerca del Refugio Díaz Bertrana, donde tantos veranos disfruté de niño con mis padres y con el Grupo Montañero Gran Canaria; subida al techo de la isla, agua que cae de los pinos que mueve un viento siberiano, y el barro que se une a la fiesta. Bajando La Plata, fuera el chubasquero, la niebla se disipa y aparece el track de la carrera con todos sus relieves. Que regalo para los ojos. Vista al suelo empedrado y sin levantar casi la mirada llego a Tunte, líquido, plátano y sigo. Me encuentro bien y afronto la subida a La Manzanilla con ganas pero sin forzar, ya que queda carrera. Un presa canario con una cabeza como una lavadora me mira pasar con cara de aburrido. Cansado de contar corredores, ya ni ladra. Antes de enfilar la bajada a Ayagaures me confío y tropiezo sin llegar a caerme, pero las zancadas que doy evitando la caída me estiran los gemelos. Primer aviso. Me tomo la bajada con calma, mucha piedra suelta, corredera a ratos, y el calorcito del sur que se agradece.
Salida de Ayagaures, última subida, veinte pasos corriendo y veinte caminando. Antes de entrar en Vicentillos segundo aviso. El abductor me dice que no me olvide de él, que también pagó la inscripción. Un corredor que pasa me deja réflex y desaparece el tirón. Fue mi ángel de la guarda. El resto del barranco no lo perdí de vista, por si acaso. Y llegué a mi tope de kilometraje en entrenos, 30 km. A partir de ahí podía pasar de todo: pájara, el muro, algún tropiezo…en Los Vicentillos puede pasar de todo. Ultimo gel y salgo del barranco, enfilo el canal de Maspalomas y milagrosamente me veo con fuerzas. Ni muro, ni pájara ni nada. Oigo a lo lejos a Wichy y Maribel gritar mi nombre y me da un chute de energía extra. Agradezco a Wichy todos los entrenos que me ha acompañado haciendo de liebre, tiene cuerda para rato. Los escalones del canal los subo trotando y me doy cuenta que he sido demasiado conservador, que he podido hacer más, pero mejor así. Y como no, la familia Torrent en peso me recibe con entusiasmo. Sofía se marca un baile a mi paso en Parque Sur. Javi, mi ahijado, en bici me da ánimos y Santi antes de meta me recibe con los brazos abiertos.
Voy con buen ritmo hasta la meta donde Carlos Torrent, el speaker de Arista, anuncia mi llegada. Creo que la marca Hoka ha sacado el modelo Torrent en honor a esta familia de deportistas y grandes amigos. Flor me espera con más amigos tras la valla de seguridad y doy un brinco bajo el arco de meta, feliz de haber terminado una nueva Transgrancanaria.
Y ya pensando en el año que viene, en la Advanced, que esto del trail engancha.
Bravo Tito.
El trail engancha los sentidos y en todos los sentidos. Lo digo con el sentimiento de haber sentido lo mismo que tú y aún siento el enganche.
Estoy muy orgulloso de ti y tus logros.